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La Habana está de moda, pero sigue siendo un secreto. Intimida a unos y seduce a otros; lo cierto es que a nadie deja indiferente. Un secreto que sabe a ron y helado de Coppelia, huele a puro y deslumbra a todos con su abundancia de columnas y coches vintage. Una ciudad con un particular encanto literario, como de novela de aventuras, y por eso quien la visita por primera vez no puede evitar sentirse como en una película antigua o en un sueño de barroca coreografía. Se trata de un destino costeable, y repleto de recompensas. Te mostramos sólo algunas: ya tú te encargarás de descubrir el resto.

Capital de muchas recomendaciones

La Guardia, en el barrio de Centro Habana. Foto por: Tony Hisgett

Nuestro primer consejo: hospedarte en el barrio de Centro Habana (o lo más cerca que se pueda), justo entre el casco histórico (mucho más turístico) y el vibrante barrio del Vedado, de forma que puedas conocer bien de cerca la vida cotidiana de los habaneros. Puedes encontrar hoteles de todo tipo en la zona que desees, hay para todos los gustos.

En tu trayecto del aeropuerto al hotel no dejes de aprovechar la oportunidad de platicar con el taxista, el cual podrá ofrecerte ideas para tu estancia en la ciudad. Seguro te recomendará una cena en La Guarida, a lo que podrás contestar que ya tienes confirmada una reservación desde hace días. También se pondrá a contarte del paladar (restaurante privado) que tiene su primo o de los recorridos turísticos que organiza una hermana, y te dirá que visites el Cementerio Colón y hasta su pueblo natal… Habrá que tomar nota; La Habana es una ciudad segura, en la que se puede confiar en recomendaciones así. Igualmente, te aconsejamos reservar en El Cocinero, donde sabemos que cenaron los Obama; en realidad no es tan costoso como se pensaría. De un tiempo para acá todo el mundo quiere conocerlo, lo mismo que el centro cultural y nocturno que hay junto.

Un paseo por el Malecón

Tráfico al atardecer en el Malecón, La Habana

Otro lugar imperdible es el Malecón, que aquí se escribe con mayúscula: mural vivo de habaneros, orgullo máximo de esta capital. Caminarlo o recorrerlo en Cocotaxi, admirando la vista de la bahía, es una experiencia que difícilmente vas a olvidar. Desde la Plaza de Armas, en donde se consiguen libros usados a buen precio, hasta La Rampa; o del elegante Paseo del Prado a Miramar, zona de embajadas y palacetes. En el camino podrás detenerte por un poco de ese riquísimo café que sirven en minúsculas tazas, baratísimo, y echarle un ojo por ejemplo al patio del antiguo Seminario de San Ambrosio, comúnmente ignorado por el turista promedio.

¡Hay tanto que ver! que lo mejor es dejarse asombrar por los hallazgos de cada uno. Los viajes a La Habana se caracterizan por la sorpresa constante. Ya en la noche, antes de quedarte dormido, no tendrás una mejor compañía que las novelas de Leonardo Padura, los poemas de Virgilio Piñera y las crónicas de Eusebio Leal. Se descansa (y se lee) mejor sin Internet (lo hay en algunas partes de la ciudad, pero no como estamos acostumbrados, y eso en verdad llega a ser un alivio).

Museos, ron y langosta

Restaurante bar Floridita, un clásico habanero. Foto por: Chris Martin

No hay visita memorable a esta ciudad sin un recorrido por el Palacio de Bellas Artes, dedicado al arte cubano, y el Museo de la Revolución, uno al lado del otro, ambos igualmente maravillosos, cómodos y completos. Te sugerimos tomarte tu tiempo: hay mucho que aprender, y para terminar de digerirlo se recomienda, cómo no, una visita al cercano restaurante bar Floridita, donde cuentan que se inventó el Daiquirí. Favorito de Hemingway y de todo aquel que lo visita, es uno de los lugares turísticos de La Habana que nadie se puede perder. Lo mismo que La Bodeguita del Medio, que cuando está muy lleno es mejor cambiar por el cercano O’Reilly 304, de excelentes cocteles y langosta, a pocos pasos de la vibrante calle de Obispo.

Una ciudad sin prisas

Café en La Habana en frente de la Catedral de San Cristobal

Los viajes a La Habana implican caminar, refrescarse, respirar hondo y olvidarse del paso del tiempo; no es exagerado decir que allá no existen la prisa ni el estrés. Además, se trata de una ciudad magnífica para tomar fotos, por ejemplo durante la tradicional ceremonia del cañonazo que hacen todos los días a las nueve de la noche en la fortaleza colonial de San Carlos de la Cabaña, los paisajes de edificios al atardecer o la arquitectura que emociona por su refinamiento y audacia. Ejemplos de este tipo de arquitectura son: La Habana Vieja que tiene a la Catedral y a San Francisco, el Centro Habana con sus edificios de principios del siglo XX y El Vedado que acentúa las ideas urbanísticas de la modernidad. Toda La Habana –ciudad multicolor, nocturna y musical – te tendrá a ti, sólo tienes que decidirte. Anímate de una vez y planea tu próximo viaje a La Habana.

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Artículo escrito por Jorge Pedro Uribe Llamas

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