Experimentar México es adentrarse y dejarse llevar por un asombroso y maravilloso paisaje cultural y natural que en ocasiones puede ser confuso y hasta desconcertante. Esta efusión se da gracias a la complejidad de las múltiples capas que presenta esta tierra, una característica que encuentra su razón de ser en el choque cultural que se originó durante la conquista española hace medio siglo.
Hoy en día, encontramos una gran variedad de grupos étnicos que coexsiten entre sí, y un total de 62 idiomas indígenas que se hablan a lo largo y ancho del territorio. Los retos sociales actuales y el ambiente político no deben ser motivo de desaliento para que los viajeros potenciales dejen de visitar las playas de arena blanca, los desiertos, volcanes, selvas, cañones y mucho más. La cultura es tan extensa como lo es la cocina, e igualmente memorable es el carisma y la hospitalidad de los mexicanos.
Para poder conocer el México auténtico, se necesita dejar de lado las ciudades turísticas y dirigirse a lugares menos transitados. ¿Por dónde comenzar? Te presentamos ocho destinos que son el umbral de un primer acercamiento con el espíritu de esta nación. Elige un par de destinos y en poco tiempo te encontrarás en medio de la magia de México.
San Cristóbal de las Casas, Chiapas
Los mochileros y los trotamundos interesados en la política de izquierda y en el activismo indígena visitan San Cristóbal (Jovel, es su nombre en el nativo Tzotzil) para respirar el aire revolucionario que quedó atrás con el surgimiento del movimiento Zapatista en 1994. Hoy en día, se siente más como una ciudad multicultural que mezcla de forma harmónica su población autóctona con la extranjera – es el tipo de lugar en el que puedes encontrar una zapatería japonesa junto a un mercado al aire libre que vende tejidos textiles locales, y en dónde los vendedores intercambian palabras en sus lenguas nativas. Los techos de tejas rojas, los balcones de hierro llenos de flores, y las calles empedradas son un gran atractivo arquitectónico. Camina por Real de Guadalupe, una transitada calle peatonal, observa las vitrinas de las múltiples galerías, tómate un café de una calidad excepcional cultivado de forma local, y camina hasta la iglesia en la parte superior de la colina para tener una vista panorámica de la ciudad. Si tienes ganas de adentrarte más en la cultura indígena, visita los pueblos cercanos de San Juan Chamula y Zinacantán. Desde aquí, numerosas agencias de viaje organizan viajes diarios a las cascadas, al cañón e incluso hasta las imponentes ruinas mayas de Palenque.
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Ciudad de Oaxaca, Oaxaca
Mujeres mayores preparando tortillas a mano en un comal, un centro de la ciudad lleno de vida, telas coloridas y largas calles empedradas – Oaxaca es una de las localidades más diversas en cuanto a etnicidad en el país, y es algo que resalta. Experimenta el abanico total de opciones que ofrece Oaxaca durante el festival anual conocido como La Guelaguetza, una celebración de cantos y bailes locales, así como de regalos que se ofrecen a los transeúntes, y que se celebra cada mes de julio.
Visita el mercado Benito Juárez y prueba algunas de las exquisiteces locales como el “mole”, las tlayudas (tortillas crujientes con distintas cubiertas) y si te atreves, prueba los chapulines (grillos asados). Realiza una placentera caminata hacia el templo Santo Domingo para visitar su museo y su jardín etnobotánico. Oaxaca es famoso por su café, así que no olvides probar uno en sus muchas cafeterías. ¿Aún sediento? Visita una mezcalería para escuchar una plática profesional acerca de la elaboración y para degustar un buen mezcal.
Un viaje de un día a Monte Albán, una amplia zona arqueológica precolombina ubicada a las afueras de la ciudad, es un viaje que te llevará a conocer las civilizaciones antes de la conquista.
Bacalar, Quintana Roo
Este lugar es un secreto que se revela a sí mismo, de forma constante, cada vez a más visitantes. ¿Alguna vez has fantaseado con la fusión de una laguna de agua dulce y un paisaje caribeño? Bueno, la Laguna Bacalar es el lugar de ese sueño. El imponente cuerpo de agua es conocido localmente como la laguna de siete colores por las diferentes tonalidades que despliega. La transparencia de sus aguas la hace perfecta para hacer esnórquel. Renta un kayak y visita uno de los tres cenotes que alimentan la laguna, o toma uno de los tours que te llevan al Canal Pirata, en donde tú mismo te puedes aplicar un tratamiento rejuvenecedor a base de arena rica en azufre. Después del atardecer, toma un paseo por el pueblo, conoce el fuerte que se construyó para proteger al pueblo de los piratas, luego dirígete a la animada plaza de la ciudad, en donde los niños juegan y los artesanos venden joyería bohemia. Hay muchos pequeños lugares encantadores en los que puedes comer algo. Después, consiéntete tu antojo de dulce con una marquesita recién hecha, que es una especie de waffle plano y crujiente típico de esta región.
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Ciudad de Guanajuato, Guanajuato
Déjate llevar por el atractivo de esta ciudad a medida que paseas por los callejones, túneles, rincones y plazas tomando fotos del edificio de la gran universidad y del elegante Teatro Juárez. Guanajuato, esta ciudad patrimonio de la UNESCO guarda secretos a la vuelta de cada esquina. La que en un tiempo fue un centro económico de influencia debido a las riquezas extraídas de las minas cercanas, hoy en día se siente más como una ciudad estudiantil con un carisma bohemio.
Recorre el barrio antiguo a pie y piérdete para simplemente encontrar otro gran mirador. La colina al centro de la ciudad proporciona vistas sorprendentes de las coloridas casas – las mejores vistas se ven desde el funicular. Si un paseo por la colina no es algo que sea de tu agrado, explora los túneles y las fosas que se entrelazan debajo de la superficie de la ciudad. También puedes comerte un esquite (maíz en un vaso con queso, salsa picante y limón) en uno de los puestos callejeros antes de visitar el Museo de las Momias. Cuando cae la noche, únete a una estudiantina, un grupo de jóvenes músicos que te llevan por el casco viejo de la ciudad contando historias musicales, con una motivación especial para que le des un beso a tu persona amada en el Callejón del beso.
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La Costa de Oaxaca
Las aguas del Pacífico refrescan las playas arenosas a lo largo del estado de Oaxaca. Cambia la ciudad turística de Huatulco por un destino menos concurrido como Mazunte y Zipolite. Ambos pueblos costeros tienen largas playas limpias, de aguas azules, y una colección de adoradores de la playa, mochileros y yoguis. Estos dos lugares han construido una reputación acentuada por sus lugares placenteros para pasar un rato y sus opciones relajadas de alojamiento. Mientras estés en Mazunte, agenda una lección de yoga, pasa el día en océano y observa la puesta de sol en Punta Cometa, una colina rocosa que puede subirse a pie. Si tomas un taxi colectivo, en 15 minutos llegas a Zipolite, en donde el nudismo es el código de vestimenta. Disfruta su atmosfera más alegre al finalizar la tarde con una cerveza en la mano. Ven por un fin de semana y quédate una semana.
Guadalajara, Jalisco
La segunda ciudad más grande del país, en caso de que la Ciudad de México no esté en tu itinerario, Guadalajara te permite experimentar una vasta urbe mexicana, uno de los centros culturales de la nación, el hogar de las orquestas típicas conocidas como mariachis, las exquisiteces locales conocidas como tortas ahogadas (sándwiches sumergidos en salsa picante de tomate), y una clase creativa en crecimiento.
Ve al centro de la ciudad para observar su arquitectura colonial y sus calles congestionadas. Recuerda visitar el mercado surreal de San Juan de Dios, el tipo de lugar en el que puedes encontrar cualquier cosa, desde hebillas para cinturones en forma de escorpión, pociones de amor, hasta equipos de sonido para autos. Después, dirígete al distrito conocido como Chapultepec para experimentar la versión “cool” de la ciudad.
Si el ajetreo te agota, visita San Pedro Tlaquepaque, en algún tiempo fue un pueblo independiente que terminó siendo absorbido por la expansión de la mancha urbana de Guadalajara. Su centro aún conserva un espíritu antiguo: maravíllate con las artesanías y las pintorescas tiendas de muebles sobre las calles peatonales. Siéntate a comer en uno de los restaurantes construidos en algunas de las casas tradicionales y luego ve al Parián, una especie de patio colonial rebosante de bares y pubs. En tan solo un momento estarás tomando tequila al son del mariachi y diciéndole adiós al atardecer.
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Isla Holbox, Yucatán
Olvídate de Cancún y de su eterno ambiente de “spring break”. A tan solo tres horas, más un viaje en ferry de 30 minutos, puedes estar disfrutando en una isla totalmente relajada, justo en la costa de Yucatán. El turismo aquí es relativamente nuevo, los residentes argumentan que su pueblo apenas comenzó a recibir atención hace solo seis años. Hoy en día la isla tiene un equilibrio entre dos polos – un punto vacacional internacional a las orillas del mar y el espíritu apacible de vivir en una isla “desierta”. Muchas de las tiendas y de los restaurantes no tienen un horario, abren a voluntad porque los locales viven al ritmo de la isla. Toma una excursión hacia Punta Coco, con algo de suerte podrás ver una bandada de flamencos refrescándose en las prácticamente inmutables aguas de esta tranquila playa. En tu camino de regreso, puedes tomar algunas conchas marinas para tu colección, pues son muy abundantes. Dirígete al muelle y únete a otros devotos del mar para disfrutar de la puesta de sol. La pequeña plaza del pueblo y las calles adyacentes ofrecen una gran cantidad de opciones para cenar, en donde puedes disfrutar uno de los platillos tradicionales de la isla – pizza de langosta.
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Tren el Chepe, Los Mochis
A través de una ruta de 650 kilómetros que conecta los estados de Sinaloa y de Chihuahua, esta máquina conocida como El Chepe va recorriendo cada curva de un terreno lleno de vistas panorámicas. Observa a detalle la cordillera, que es hogar del ancestral grupo étnico llamado Tarahumara (uno de los más antiguos del país), a medida que recorres la puerta de entrada a la cultura y geografía del norte del país. El tren cubre la ruta dos veces al día y realiza nueve paradas. Si te bajas en Creel, te encontrarás en una de las villas principales de la cordillera Tarahumara. La presencia de este grupo es bastante común aquí, puedes encontrar Raramuris (otro nombre para este grupo) con sus trajes típicos realizando sus actividades diarias. Divisadero es otra parada que no te puedes perder, un mirador que te permite admirar el sublime Cañón del Cobre, un cañón que es más grande y profundo que el Gran Cañón. Respira la fuerza de la sierra y deja que tu mente flote a través de sus crestas.