Las Islas Canarias no están fuera del catálogo típico vacacional y al pensar en ellas es común evocar hoteles turísticos y playas saturadas. Sin embargo, como sucede con la mayoría de los lugares, hay más de lo que aparece a primera vista. ¡Ven con nosotros para explorar las joyas desapercibidas de las Canarias!
Para conquistar este objetivo hemos colaborado con la experimentada escritora de viajes y experta en destinos Andrea Montgomery; juntos hemos preparado una serie de cinco partes donde revelamos los tesoros ocultos de estas islas paradisíacas. Andrea reside en las Islas Canarias y es especialista en caminatas y cenas que se salen del sendero tradicional. Uno puede seguir sus excursiones en Buzztrips, su sitio web.
Ya hemos explorado Tenerife, Gran Canaria y Lanzarote, ahora es el turno de Fuerteventura. Cubierta por bosques en tiempos lejanos, actualmente la tierra rojiza y los conos volcánicos dominan la superficie de esta isla que luce tonos carmines y dorados que cambian bajo el desplazo del sol. Este es un épico panorama bíblico donde los molinos se imponen sobre el horizonte, las cabras superan en cantidad a las personas y las dunas de arena son como exilios de vasto desierto a través del mar.
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Entre extremos
La mayoría de los visitantes en Fuerteventura se dirigen a las dunas de arena de Corralejo o alguna de las interminables playas de Jandia, perdiéndose de las joyas culturales y geográficas que se encuentran entre estos dos atractivos.
Una de estas gemas es la capital de la isla. Originalmente nombrada Puerto de las Cabras ya que fue el centro principal para el comercio de cabras en la isla, Puerto de Rosario (como se le conoce hoy en día) se instauró como capital en 1860. Completamente pasada por alto por los visitantes, el pueblo ofrece un encanto tranquilo, playas libres de multitudes y un peculiar sendero con más de 100 esculturas.
Debido al constante asedio de ataques piratas, la capital original de Fuerteventura, Betancuria, se instaló tierra adentro en la zona más fértil de la isla. Hoy en día el pintoresco pueblo es uno de los destinos más populares de la isla. Pasa la mañana curioseando por las calles adoquinadas, las tiendas de los artesanos y el Museo Arqueológico.
Después del merodeo disfruta de unas tapas en el sombreado patio del restaurante Bodegón Don Carmelo.
Si la visita a Betancuria te alienta a explorar más de la cultura y tradiciones de Fuerteventura, visita el eco-museo La Alcogida.
Ahí siete casas funcionan a manera de crónica de las condiciones de vida de las familias que habitaron esta zona hacia el final de los setentas. Las casas varían en dimensión y calidad, desde una simple morada campesina hasta el confort relativo de una vivienda de clase media. Es una mirada fascinante hacia un estilo de vida tradicional de la isla.
Fuerteventura evoca intensamente paisajes bíblicos, lo que le aseguró una aparición en la épica película de Ridley Scott, Exodus: Dioses y Reyes que narra la salida de Moisés de Egipto. Dentro de las locaciones filmadas destaca el Barranco de las Peñitas.
Su formación es consecuencia del magma atrapado debajo de la tierra que creó rocas plutónicas, a lo largo del tiempo la erosión pulió sus superficies dándoles un terminado similar al alabastro. Una caminata sin complicaciones lleva a la pequeña capilla Ermita de Rio Palmas, completamente escondida entre los pliegues del barranco.
Un paisaje inesperado
Aléjate un poco de la costa y descubrirás algunas de las sorpresas de Fuerteventura, entre ellas las ardillas morunas, a menudo confundidas por ardillas rayadas por los visitantes. Introducidas en África en 1965, una pareja se escapó de su jaula e hizo hogar de este paisaje rocoso. Hoy en día se encuentran alrededor de 300,000 ejemplares.
El autobús de excursiones hace una parada en el Mirador Risco de las Peñas, para admirar la vista sobre un valle de conos volcánicos, aunque el panorama es eclipsado por las pícaras ardillas morunas que corretean arriba y abajo por el acantilado. Si quieres ver ardillas pero sin las multitudes, escala al borde de Calderón Hondo afuera de Lájares donde, además de poder asomarte a un cráter de 70 metros de profundidad, descubrirás un batallón de ardillas morunas que esperan les ofrezcas una galleta o dos.
Una característica notoria del paisaje es el aloe vera, descubrirás vastos campos de florecientes tallos amarillos emergiendo de un mar de puntas rojas. El clima árido de Fuerteventura y las largas jornadas de luz solar ofrecen las condiciones perfectas para su crecimiento. Celebrado por sus propiedades saludables y cosméticas, los majoreros (nativos de Fuerteventura) consideran que su aloe vera es el mejor del mundo. Podrás comprar productos orgánicos en tiendas por toda la isla o directamente de los productores como Savimax en Valles de Ortega.
En una isla con un nombre que significa ‘fuertes vientos’ no es sorpresa que el poder de la energía natural se aproveche. Utilizados para moler maíz y preparar ‘gofio’, una harina tostada que ha sido esencial en la dieta majorera por más de cinco siglos, los molinos son un rasgo común del horizonte de Fuerteventura.
En el Centro de Interpretación Los Molinos en Tiscaminita, puedes aprender aún más sobre el diseño de estas herramientas y observar su funcionamiento directamente. Descubrir los molinos Aermotor Chicago puede resultar sorprendente ya que evocan más una granja en Texas que las Islas Canarias. Éstos son los Rolls Royces del mundo de los molinos y fueron implementados durante siglo anterior con el fin de extraer agua de los pozos subterráneos.
Más cabras que personas
Cuando los conquistadores españoles llegaron allá en 1402 ya habitaban unas 60,000 cabras en la isla. Actualmente se estima que Fuerteventura es el hogar de 140,000 cabras, una cifra considerablemente mayor a la población humana de 107,000 habitantes de acuerdo al censo 2012. Cada año alrededor de los llanos de Jania, las cabras que deambulan libremente son reunidas, contadas, marcadas, castradas e intercambiadas en un lío polvoriento y ruidoso conocido como la ‘apañada’.
La cabra más común es la Cabra Majorera, criada predominantemente por su leche que produce el premiado queso Maxorata. En la Finca Pepe en Betancuria puedes visitar su granja de cabras, además de degustar y comprar quesos. También podrás probar el extraño brebaje conocido como licor de leche de cabra, definitivamente un gusto adquirido. Es posible que después de hacer ooh y aah ante los adorables chivitos no te apetezca paladear el ‘cabrito’, lo que puede ser una pena pues tiene un sabor excepcional, especialmente en el Restaurante Centro Cultural en Pájara.
Vale la pena desviarte un poco para llegar a La Cabra Nostra en Tuineje, un pequeño restaurante con un menú que utiliza la cabra como su ingrediente principal y que incluye rarezas exóticas como la lasaña de cabra.
El lugar de los lobos perdidos
Acurrucadas en la suave arena a lado de una laguna color zafiro, tres focas monje están tumbadas con sus grandes ojos observando la distancia, sus cuerpos están fríos. Las efigies de piedra son un emotivo recordatorio de la colonia de lobos marinos (también llamados focas monje) que alguna vez nadó las aguas que rodean la Isla de Lobos, que lleva un tributo en su nombre. A sólo un corto paseo en bote desde el concurrido resort Corralejo, Los Lobos es como un microcosmos de Fuerteventura. Una reserva natural protegida que durante el invierno apenas está habitada por un puñado de personas. La isla está intacta, bellamente tranquila y merodear ahí es una delicia. Un sólo sendero lleva por la línea costera, desde el puerto del ferry en El Puertito, hacia el faro que observa en dirección de la isla vecina de Lanzarote. Con 130 especies de plantas, abundantes aves por observar y la Montaña La Caldera para ser escalada, asegúrate de hacer tiempo para dirigirte a la plácida Playa de la Calera y acariciar la cabeza de piedra de los ‘lobos’ antes de tu partida.
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